martes, 21 de marzo de 2017

Extraño en Ciutadella



Hace días, ya hace un par de días desde que saliera de casa por última vez. No sé si me mantiene cauto, el azar del hechizo que capté, de la mirada que no vi reflejada.

Andaba, no solo, con intención de repostarme sobre la hierba, justo después de haberme deslizado por entre unos jardines, que, sino mágicos, sí que estaban cubiertos por ese aroma a salitre, breve y suave brisa de primavera que se empaña entre muchas muchedumbres ociosas, distraídas; como felices. Con un chasquido bastó, estaba allí sentado, ausente y acompañado. Un poco latente mi mirada, pero despierto.

“Colles” de hombres y mujeres preferiblemente jóvenes, andaban ocupados, con juegos y bebidas, sobre manteles repletos. Y el aroma a césped, me transportaba a una suerte de sensaciones nostálgicas, absurdas.

Ya era casi de noche cuando, poco a poco, fueron vaciándose los lechos de verde. Las gentes fueron retirándose. El sol arrastró su calor hasta que se ocultó, rápidamente. Anduvimos de vuelta conversando, debatiendo, perpetrando. Fue entonces cuando, capté algo entre las gentes que aún quedaban sentadas y esparcidas por el inmenso parque.

Vi reflejado en mis retinas, el rostro de un hombre que no tenía rostro. Sus gafas de sol ocultaban el parecer de la mirada de un viandante, un anónimo, un ser maltratado brusca y brutalmente. Y  ocurre que, estos lentes, no descansaban sobre ninguna nariz. Tremenda conmoción y sacudida, cuando encuadré del todo la escena, mientras escuchaba a algunos centímetros, los gritos, sonoros e implacables de aquella alma. El corazón se me puso de piedra, y aún todavía noto el pálpito acompasado de mi pulso, que galopa al recordarlo; y es por eso que, estaría mintiendo si dijera que tengo algo más que decir.

Pero lo cierto es que no puedo extraer de mi encaje vital, ciertos chispazos de intelecto.

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