Trece prístinas razones.
Ocho conllevan demencia.
Nueve son como las coliflores;
verdes, frescas, se antojan esmeraldas
repletas de blanco cerebro.
Trece gusanos reptando, como expectantes.
Una bombilla que relampaguea.
Y el frío desapareciendo por la rendija
de la habitación.
Ocho angustiosas palabras,
concatenadas,
verdes, frescas, se antojan esmeraldas.
Queda vacío el patíbulo.
Trece puertas diferentes.
Ocho con pestillo, expectantes;
de ser abiertas, de ser entornadas.
Cuatro dedos magullados,
como enganchados a una mano triste;
siempre izquierda.
Dos esmeraldas descansan,
bajo la noche impávida,
se recogen canciones que hablan
de fatigas, amputaciones y mentiras.
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